lunes, diciembre 27, 2010

Don Gilberto, Mi suegro


Tal vez el recuerdo mas lejano y el mas bonito de mi relación con don Gilberto el sea el momento de pedir la mano de mi esposa, la que en ese momento era también mi jefe (bueno, si esta bien, sigue siéndolo) la que nunca quiso ser mi novia y por ello el conocimiento de la familia Ceballos era para mi muy exiguo, mis anteriores contactos con Don Gilberto habían sido, si acaso un saludo cordial pero lejano, un buenas noches señor, Buenos días caballero, mi única referencia de el, habían sido las largas conversaciones acerca de la familia que habíamos tenido con Gloria Inés, que a la postre nos llevaron a que decidiéramos unir nuestras vidas (afortunadamente para mi), este largo exordio para explicar que el momento de pedir la mano de la que ahora es mi adorada esposa, no era cosa fácil, me habían invitado a un almuerzo preparado para la ocasión (calabazas, que ironía!!!) tenia que enfrentarme a la familia la que para mi era como un monstruo de 6 cabezas (siguen siendo, haber si uno comete un error, en la mesa con todos y lo que pasa, jaja), tratar de explicar que pretendía llevarme la joya de corona si saber como iba hacer para mantenerla y cuidarla eran los pensamiento que por mi atemorizada cabeza pasaban.

Afortunadamente para mi, al llegar a la casa de Quinta Paredes, que antes en el taxi, del mismo temor, había dicho Paulo Sexto, equivocación que demoró e incremento los nervios y el precio de la carrera, el monstruo (los Ceballos) salían con Nandin para el Neusa (Ufff, 4 menos y los mas peligrosos) para completar mi cuñada me pidió el favor de acompañarla a lavar su Renaul 4 cosa a la que accedí, casi exigí, pues a Luz Helena era la única persona de la familia con la que había tenido contacto (ya era mi aliada) la conocía y además habíamos simpatizado (ahora es mi adorada madrina y comadre) en el lavadero por fortuna para mi, el proceso de limpieza fue bastante lento, pero como dice el adagio no hay plazo que no se cumpla, ni deuda que no se pague, el temido momento llegó.

Me sentaron en la cabecera norte de la mesa, la sur la ocupaba, como siempre el que iba a ser mi suegro y a quien yo debía explicarle mis pretensiones, a su derecha la señora Nelly mi suegra y a su izquierda se sentó mi futura esposa; mas cerca de mi Luz Helena, quien es la que refiere que los alimentos que salían del plato que me habían servido, nunca alcanzaron a llegar a mi boca, por el temblor de mi mano, yo la verdad no me acuerdo, la conversación se desarrollaba sobre nuestro trabajo en la Universidad de la Salle y sobre la reciente celebración de cumpleaños de don Gilberto.

Cuando el Señor me dice: “¿y tu que, viniste a celebrarme el cumpleaños atrasado? Yo no supe que responder, allí si se me regó la poca comida que estaba en el cubierto.

La que salio a mi rescate ante mi aterrado silencio, fue mi princesa, quien le explicó que no, que estaba allí para solicitar su bendición para la decisión que ya habíamos tomado, que no era la cosa de locos, que si lo parecía, que en fin… entonces con una gran carcajada el SEÑOR dice “denle un aguardiente a este hombre que se va a morir, no mijo a esto no se viene a palo seco”, efectivamente me alcanzaron el aguardiente que tomé de solo trago y la situación se relajó.

Don Gilberto será siempre para mí el ser vital que es capaz de jugar un partido de micro y luego ponerse a arreglar el jardín, el que es capaz de igualarse al más pequeño de sus nietos para jugar sobre el piso, el eximio cantante de tangos, el único entonado de la casa, el tramposo ganador de juegos de mesa, en ultimas el ser vital.

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